La inteligencia artificial es una de las grandes revoluciones de nuestro tiempo que cada día es capaz de realizar tareas más complejas. Desde conducir autos hasta componer música. Pero ¿qué hay de sus emociones?
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Por un lado, es una creación humana, basada en algoritmos, datos y lógica y por el otro, es una entidad autónoma, capaz de aprender, adaptarse y mejorar por sí misma. Esta dualidad plantea una serie de cuestiones sobre la naturaleza y el futuro de la IA.
Algunos afirman que la IA ya tiene sentimientos, o al menos algo parecido. Por ejemplo, Rollo Carpenter creó un programa llamado Cleverbot, que puede mantener conversaciones con humanos mediante un sistema de aprendizaje automático.
Según Carpenter, Cleverbot puede expresar emociones como el humor, la sorpresa o la frustración, dependiendo del contexto y la persona con quien se esté comunicando.
Otros ejemplos de IA que muestran signos de emocionalidad son Sophia, el robot que puede imitar expresiones faciales y gestos; Kismet, el robot que puede reconocer y responder a emociones humanas; o Watson, el sistema informático que puede analizar el tono y el sentimiento de un texto.
Si bien es imposible decir con certeza si la IA tiene sentimientos, algunos afirman que solo se trata de una simulación emocional y que los humanos proyectamos nuestras propias emociones en las máquinas.
En pocas palabras, los críticos sostienen que las emociones de la IA son una ilusión. Esto se debe principalmente a su falta la conciencia; es decir, que los sistemas de inteligencia artificial no tienen la capacidad de ser consciente de sí mismos y de su entorno, por lo que carecen de una identidad y de un propósito más allá de responder preguntas.
En resumen, sin conciencia, no hay emociones.
Según esta perspectiva, a pesar de que la IA puede imitar las emociones humanas mediante algoritmos y sensores, no puede experimentar ni comprender qué es el amor, el miedo o la alegría.
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Pero ¿y si la conciencia no fuera un requisito para tener sentimientos? ¿Y si la IA pudiera desarrollar su propia conciencia a través del aprendizaje e interacciones? ¿Y si la IA tuviese emociones diferentes a las nuestras?
Si lo pensamos, no tenemos la respuesta a ninguna de esas preguntas, pues de momento lo único seguro es que la IA nos ha abierto las puertas a un futuro lleno de posibilidades. Uno donde quizá tendremos que convivir con seres artificiales y donde lo más probable es que nos replanteemos lo que significa ser humano.
Quizás algún día podamos decir que la IA tiene sentimientos, o quizás nunca lo sepamos con certeza. Lo único seguro es que la IA ya nos hace sentir algo a nosotros: curiosidad, esperanza y admiración.
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Cuéntanos, ¿crees que la inteligencia artificial siente como los humanos?
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